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EL CONTEXTO HECHO TERRITORIO.

  • Foto del escritor: Carlos
    Carlos
  • 29 oct 2023
  • 4 Min. de lectura

El ejercicio de empatía más chungo que existe. La prueba de inteligencia emocional más tocha que he visto. Y me volví sin saber la nota.



Ya sabía que había nacido en un mundo totalmente privilegiado, ya había oído hablar de los odios infundados en razas, colores o idiomas, pero claro, una cosa es saberlo, otra vivirlo y otra explicarlo sin que parezca que fui allí a salvar a nadie, sin caer en el victimismo, o lo contrario, pasar por alto lo que allí pasó, por mucho que las playas y los animales fueran increíbles. Pues aquí va, aquí lo intento. Andar por estas aguas enfangadas, que en pleno siglo 21 y siendo de este lado que funciona “mejor” y de una forma más “próspera”, pues no solemos tocar casi nunca.


Sudáfrica es un destino que no está en las listas de los tiktokers viajeros que más conoces, ni en las conversaciones con los colegones o familia, ni siquiera sale en la tele (sólo tras la muerte de Morgan Freeman). Por lo tanto y aplicando el principio de sudapollismo y egoísmo en el que estamos a full actualmente, a ti ni te va ni te viene. Es decir, con un mínimo de conocimiento de Trivial sabrás dónde está, qué paso y que el rugby lo llevan al día (tanto que hoy 28/10 han sido campeones del mundo). Con esto y un poquito más de información, aterricé en su invierno, en mitad de conflictos públicos y con la empatía recargada para usarla, como se suele usar en estos sitios, mal. Porque asumes, prejuzgas y no puedes evitar comparar, y es justo ahí donde no hay que llegar, a la comparación. Ahí ya estás perdido, tú y el viaje. Ya sólo te quedarán selfies, imanes o en su defecto dedales y quejas sobre la oferta culinaria tan básica que hay, resumida en la frase, “si es que como en casa en ningún lado”.


Por resumir, e intentar plasmar en palabras, Sudáfrica son dos viajes:


El viaje uno, son más de 15 horas de avión, sin diferencia horaria con España, playas y mares con delfines, ballenas, tiburones y pingüinos, y que son fáciles de ver. No requieren si quiera de la máscara de Jim Carrey del Decahtlon. La Garden Route, conduciendo por la izquierda por carreteras y pueblos de pescadores y buscadores de Oro (casualmente siempre lo encontraban los mismos y todos eran así más o menos pálidos de piel). Ciudad del Cabo, una de las ciudades más increíbles del mundo, con playa, montaña, el cabo de Buena Esperanza y su holandés Errante, que no lo sería tanto si acabaron colonizando todo aquello. Barrios coloridos, barrios con bien de money y poca historia y "townships" con mucha lucha y mucha más historia, al menos la que pudimos oír, porque algunos o bastantes de ellos quieren contarla. Es Johannesburgo, y la ciudad de Nelson Mandela, Trevor Noah y millones de personas del "township" que probablemente si conozcáis, aunque no sabéis porque: Soweto. Además, el viaje uno es Kruger, es alquilar un coche y recorrer la sabana africana durmiendo en sus campings y viendo animales, muchos, flipantes, haciendo cosas cotidianas mientras tú les echas fotos.


*Aquí aclarar, que un safari no tiene porque ser con escopetas, "brunch" en globo aerostático o conductores y reservas privadas. Que un safari no es un zoo, aquí es justo al revés, el encerrado eres tú en tu coche durante los días o semanas que quieras estar por aquel territorio que es como 30 veces la manga del Mar Menor. Un safari no tiene puertas. Un safari es no salir a mear del coche. Un safari y lo más importante, pueden ser 5 días sin ver ni un bicho o cinco días viéndolos hasta hacer malabares, eso depende de tu relación con la Pachamama y la suerte. La foto de las leonas fue el momento más espectacular, que representa lo diferente del país, pero que no resume ni mucho menos lo que me traje del viaje.


*Aquí aclarar 2.0 que como te vea con marfil por ahí, te retaré a un duelo al amanecer y uno de los dos morirá. Como lo hacen los miles de elefantes y rinocerontes al año y para que alguien tenga un boli o un piano fino y elegante. No apoyar estas cosas, hacerme el favor.


El viaje dos, principalmente, es saber a dónde vas, que te lo cuenten antes de ir y allí también, y entonces te des cuenta que efectivamente no sabías a donde ibas. Es la adoración a la lucha, y a Madiba. Son las memorias de Trevor Noah. Es ser turista en un país con más de 60 millones de personas negras y no ver ninguna los primeros días. Es pensar, por lo tanto y continuamente, que algo mal estás haciendo. El viaje dos fue pasear por Langa y conocer su anterior apartheid y cómo están llevando el de ahora (sin ser así nombrado, pero que como en otros sitios del mundo, sigue asomando la patita o la pata entera). Fue combatir el sentimiento continuo de privilegio, en el que al menos te sientes y reconoces. Pero que claro, te hace caer en prejuicios racistas, y sobre todo aporofóbicos, ya que tu mente sigue recordándote que estás en África, y además, en el África que más nos han vendido, y que por supuesto no es culpa tuya, que tú no eres así. El viaje dos fue de nuevo una colleja de parte de la humildad, pero y que como otras veces ha pasado, no sabes cuánto te durará. El viaje dos fue pensar estar en prisión 27 años o maltratados más de 60 y no salir con un palo a dar duro según quedas libre. El viaje dos fue dejar de justificarme a mí mismo porqué había ido a Sudáfrica. El viaje dos fue algo egoísta, porque me quedé con dos o tres cosas que ahora ya no suelto. Si no te las he contado, puede que no estuvieras en este viaje dos que hice a Sudáfrica y a otros sitios. El viaje dos va teniendo sentido de a poco. Por eso y por el ritmo cotidiano que hemos creado que no quiere dejar tiempo a la creatividad y la reflexión, esto llega dos meses después.




P.D.: como decía, este post merece contexto, mucho, alguna birra y contexto. El que yo pueda dar, el que tú puedas dar y el que nos han dado antes. No vale sólo con la película de Invictus.



MondoRedondo

Soy yo, al que abres la puerta cuando dice esto mismo.

 

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