top of page

PLEITO

  • Foto del escritor: Carlos
    Carlos
  • 15 ago 2018
  • 2 Min. de lectura

Todos los días imputado, todos los días en el banquillo.


Siempre me estresaba cuando me preguntaban qué tal va todo, que tal va el trabajo, el amor, los estudios y todas esas cositas evaluables a priori de forma fácil por ti, pero sobretodo, por otra gente, por ellos.


Cuando recibes esta pregunta tu cerebelo comienza a mover la maquinaria para poder responder, comienza una especia de regresión, autoevaluación y comparativa con otras etapas, personas y situaciones. Tu cabeza comienza a funcionar como el buscador de Skyscanner, intentando conseguir una escala de supuesta felicidad que consiga medir tu mejor y tu peor momento, y meter donde y como sea tu yo actual en ella.


Pues eso, que aunque entre la pregunta y mi respuesta: “pues bien, como siempre, no me quejo” pasarán décimas de segundo, yo había visto y analizado al menos cuarto y mitad de todas mis vivencias. Y ahora, tras tanto análisis, ¿mi respuesta es esa mierda?, entonces, algo aquí no funciona como debería, algo estamos haciendo mal, creo yo.


Que reflexiones cómo estás y veas si vas acorde con lo que quieres y necesitas, me parece admirable, es más, debería ser asignatura obligatoria de al menos 6 créditos. Pero, el problema viene cuando esa evaluación no la haces contigo mismo, entonces todo empieza a nublarse, joderse, ponerse algo más gris y estresante, ya empiezas a darte cuenta que a lo mejor debiste o deberías hacer mucho más, y ese sentimiento pues sinceramente no gusta, lo quieres eliminar antes de que se convierta en envidias y malas palabras para el que supuestamente le va bien o autocastigo y culpa hacia el que supuestamente le va mal, es decir, a ti.


Toda esta situación, me hacía imaginar cómo era aquella comparativa, cómo tenía lugar en mí, cómo me juzgaba y cómo me juzgaban. Me imaginaba una especie de tribunal, donde el juez supremo era el tiempo, un juez impasible, duro y sin perdón, que te miraba fijamente y decía:


“Vas tarde chaval, siempre vas tarde. Repasando los hechos por los que está usted imputado, vas tarde, pero mucho. A estas alturas, en función de tu edad y de lo estrictamente establecido, vas tarde en el trabajo, en los estudios, en la vida familiar y deportiva, por no hablar de la amorosa, que me da hasta vergüenza nombrarla en esta sala.


Le declaro culpable de llegar tarde, le declaro culpable de un delito de retraso social, condenado con una pena de ochenta años de vida sin éxitos y llenos de envidias.”


PAAAAAAMMM…!! Sonaba el mazo y justo me despertaba del empane en el que estaba inmerso, y menos mal, porque era jodido y bastante amargo. Me despertaba y me desperté. Me daba y me di cuenta. Era y es jodido comparar siempre, medir, mirar a los lados, seguir un ritmo al que no estás, no puedes o simplemente no te sale de las pelotas estar acostumbrado.


Ahora, teniendo este melón abierto y siendo consciente de donde viene, a veces, tu propio sufrir, puedes tomar la de peaje y seguir un ritmo que no sabes si podrá encajar contigo o tomar el atajo, atrochar, y ser un prófugo social.


No te presentes nunca más a ese juicio, ¡coño!

Comments


MondoRedondo

Soy yo, al que abres la puerta cuando dice esto mismo.

 

Read More

 

Join my mailing list
  • Facebook - círculo blanco
  • Instagram - Círculo Blanco
  • YouTube - círculo blanco

Gracias a mi familia y amigos, que tienen el poder y lo transmiten.

bottom of page